13 de noviembre de 2025
MARTÍN LAZO CUEVAS: Código rojo: Prevenir o repetir la tragedia
Por Martín Lazo Cuevas
La Voz del Pueblo — Comunidad Mexicana Internacional
Especial para Reporte México
Las páginas de Código Rojo son un espejo brutal de nuestra realidad.
Cada día, México despierta con nombres cubiertos por iniciales, rostros
pixelados y delitos que hieren el alma: feminicidios, homicidios
calificados, violencia familiar agravada, robos con violencia, incendios
provocados, explotación sexual, privación ilegal de la libertad,
delincuencia organizada. Cada nota es la fotografía del instante en que
la autoridad llega… cuando ya es demasiado tarde.
Lo que vemos en esas capturas —vinculaciones, medidas cautelares,
sentencias, extradiciones, juicios que avanzan lentamente— revela algo
más profundo que el acto criminal: muestra el fracaso social,
institucional y comunitario para evitar que el crimen ocurriera en
primer lugar. La policía actúa después. La fiscalía actúa después. El
juez actúa después. Los medios informan después. Y mientras tanto,
México acumula víctimas, familias rotas y barrios que aprenden a vivir
bajo el sonido constante de la sirena.
El verdadero desafío no está en narrar la tragedia, sino en impedir que
se repita. La verdadera lucha no está en el expediente judicial, sino en
la calle, en la casa, en la escuela, en la colonia. Por eso, esta
columna no solo describe el problema: propone una ruta de prevención
primaria, secundaria y terciaria, el único camino posible para romper el
ciclo de violencia que consume al país.
I. Prevención primaria: impedir que el delito nazca
La prevención primaria es el terreno silencioso donde se decide el
destino de un joven, de una familia, de un barrio. Aquí se actúa antes
de que exista una pistola, un cuchillo, una agresión o una orden de
aprehensión.
Significa atender las raíces:
– Colonias iluminadas, limpias, con canchas abiertas en vez de casas
abandonadas convertidas en refugio de adicciones.
– Escuelas que enseñan a gestionar emociones, que detectan violencia
familiar, que abren sus puertas por las tardes para mantener ocupada a
la juventud.
– Familias con apoyo psicológico, talleres de crianza, atención temprana
a niños golpeados o humillados por adultos que repiten ciclos de dolor.
– Oportunidades laborales reales: capacitación rápida, oficios dignos,
empleos disponibles, un puente hacia una vida sin violencia.
– Una cultura que deje de normalizar el machismo, el alcoholismo y el
abuso como parte de la vida cotidiana.
La prevención primaria es la lucha que no sale en las noticias porque,
cuando funciona, no hay nota roja que publicar.
II. Prevención secundaria: actuar cuando ya hay señales de peligro
Aquí se interviene cuando ya existe un riesgo real: violencia en el
hogar, adicciones, abandono escolar, amenazas, comportamiento agresivo,
colonias con delitos recurrentes.
Esta etapa requiere:
– Canales seguros de denuncia por WhatsApp, teléfono o puntos
comunitarios.
– Equipos mixtos de reacción rápida: psicólogos, trabajadores sociales y
policías especializados en violencia familiar y de género.
– Visitas domiciliarias a hogares donde ya se reportó violencia.
– Protección inmediata a mujeres en riesgo, antes de que el feminicidio
aparezca como titular.
– Programas de disuasión focalizada para jóvenes en riesgo de caer en
pandillas o en redes criminales.
– Intervenciones directas en colonias con alto índice delictivo.
La prevención secundaria es la diferencia entre un conflicto que se
detiene a tiempo y un homicidio calificado que termina en prisión
preventiva.
III. Prevención terciaria: evitar que la tragedia vuelva a ocurrir
Cuando el delito ya ocurrió, queda una tarea ética y estratégica:
impedir la reincidencia y reconstruir la vida de las víctimas.
Es aquí donde el Estado suele fallar.
La prevención terciaria exige:
– Tratamiento de adicciones dentro de prisiones y centros
especializados.
– Capacitación laboral, educación básica y terapia obligatoria para
agresores.
– Casas de transición para quienes recuperan la libertad y no tienen
redes familiares que los contengan.
– Empleo supervisado, acompañamiento psicológico y monitoreo
post-penitenciario.
– Atención integral a víctimas: terapia, apoyo económico emergente,
defensa legal y protección real.
– Justicia restaurativa cuando sea viable, para reparar daños y
despresurizar el sistema penal.
La cárcel no resuelve nada si el individuo sale peor que como entró; la
atención a la víctima no sirve si queda abandonada a su dolor; la
justicia no es completa si el ciclo delictivo se repite.
México está obligado a cambiar su lógica: del castigo a la prevención
Hoy, el país vive en el péndulo eterno de “detuvieron a…” y “vincularon
a proceso a…”.
Eso no es seguridad: es administración de daños.
El verdadero giro histórico es construir un modelo nacional de
prevención en tres niveles:
Primario: sembrar paz.
Secundario: intervenir a tiempo.
Terciario: cerrar ciclos.
Y aquí entra el papel del periodismo con propósito.
El compromiso de Código Rojo y de Reporte México
Cada nota roja que se publique debe ir acompañada de un mensaje
preventivo:
– señales de alerta,
– rutas de apoyo,
– teléfonos de denuncia,
– información para evitar repetir la historia que acabamos de narrar.
Nuestro deber es convertir la tragedia en aprendizaje; el horror, en
conciencia; la noticia, en una herramienta para que una familia, un
joven o una comunidad decida dar un paso distinto.
Porque la violencia puede ser un destino…
o puede ser una elección que se evita con información, apoyo y
oportunidad.
Conclusión
La paz no se decreta: se construye.
La seguridad no se presume: se demuestra.
La justicia no comienza en el juzgado: comienza en la prevención.
México tiene dos caminos:
seguir leyendo titulares de horror o construir un país donde esas notas
ya no existan.
Esta columna elige el segundo.
Por Martín Lazo Cuevas
La Voz del Pueblo — Comunidad Mexicana Internacional
Especial para Reporte México